La familia es una institución fundamental sobre la cual se construye la sociedad

Cuando una pareja decide formar una familia, casándose o empezando a convivir, son muchos los factores involucrados para que, esta decisión, pueda ser exitosa y duradera en el tiempo. Hay muchos ingredientes en juego y uno muy importante es la familia política, porque cuando una persona decide comprometerse con alguien, inevitablemente también, lo hace con su familia, con todo lo bueno y malo que eso puede significar.

Familia y sus problemas

La familia política

En muchos casos, los conflictos que aparecen producto de estas relaciones satélites, ya sean con la suegra/o, los cuñados, los primos etc. pueden llegar a causar la ruptura definitiva de algunas parejas que parecían sólidas y sanas.

Son tantos los factores que pueden favorecer un cortocircuito en las relaciones humanas que, cuando estas tienen que establecerse con personas que no se han elegido voluntariamente, es bastante común que puedan generarse problemas por diferencias de opinión en diversos asuntos como: los límites, las formas, la educación de los hijos o las opiniones políticas o religiosas, generando situaciones de tensión, desencuentros e, incluso, disputas muy importantes donde cada integrante de la pareja siente que el otro es poco justo o inflexible. El manejo de estas situaciones puede ser aun más difícil al tratar de complacer a la pareja y a la familia, un equilibrio casi utópico y que puede terminar por crear desgaste y resentimiento.

Las expectativas familiares

Si bien las relaciones con la familia de la pareja pueden generar un sin número de cosas positivas, desarrollando vínculos y afectos profundos, llenos de complicidad y valoración, existe también un porcentaje de casos, en los cuales, se compite por afectos, o nunca nada parece ser suficiente a la hora de satisfacer las expectativas de los familiares, instaurándose un ambiente de presión y exigencia que solo desgasta y perjudica la relación interna de la pareja, favoreciendo la inseguridad y el recelo.

Estos vínculos con la familia política son bastante complejos, mucho más de lo que se cree, pues en ellos se contraponen lealtades, afectos, y las diferentes maneras con que cada integrante de la pareja fue educado, así como las diferencias que existen en cómo cada uno lleva la relación con su propia familia.

Es así como a las consultas de terapia, llegan muchas parejas con graves problemas para poder entablar relaciones sanas y justas con sus respectivas familias políticas, convirtiéndose en un tema muy presente hoy en día, especialmente en tiempos donde hay muchas reuniones familiares, pues estas diferencias e incomodidades sé evidencian, llegando a causar estrés, conflictos y ansiedad en las parejas.

En muchas ocasiones este tipo de problemas aparecen antes de que la pareja tome la decisión de vivir juntos, pero son generalmente ignorados o pasados por alto pues no existe una cotidianidad tan intensa con la familia política, donde pueda sufrirse empíricamente las consecuencias de estos desencuentros.

Cuando las parejas llegan a pedir ayuda es porque han acumulado una gran cantidad de resentimiento hacia sus familias políticas y la relación con ellas es muy difícil de llevar lo que termina dañando también el vínculo entre los cónyuges, desarrollándose sentimientos de frustración e injusticia.

El sentimiento más frecuente ante las desavenencias entre la pareja y la familia de origen es el de deslealtad. Te quiero a ti pero también a mi familia y, si tengo que elegir entre ambas parte, la renuncia a mi familia me hace sentir mal y dudar de ti. Esta sensación provoca rendijas en la relación que impiden que podamos centrarnos y disfrutar de los momentos buenos.

Los problemas más comunes

Hay situaciones que se repiten en muchas parejas cuando hablamos de problemas con la familia política. Episodios de tensión y diferencias de opinión que, a primera vista, parecen irreconciliables y establecen un escenario complejo que necesita ser abordado con tranquilidad, con amor y empatía. La capacidad de cada pareja para resolver estos problemas de forma serena y saludable es, en muchas ocasiones, limitada, convirtiéndose en tema sensible y evitado porque cada vez que se toca en una conversación, esta termina en una discusión.

Y es que, las diferencias en el tipo de educación que recibieron los miembros de una pareja y la relación que mantiene con su familia de origen, condicionan las posibilidades de llegar a soluciones que aporten tranquilidad a los dos.

Pese a que estas situaciones de desencuentro suceden entre una parte de la pareja y algún familiar político, ya sea la suegra, su cuñado o incluso el primo cercano, las consecuencias negativas de estos episodios se producen en el interior de la relación de pareja, siendo muy habitual escuchar alegatos como:

“Siento que nunca he sido realmente aceptado/a en la familia de mi pareja, me hacen sentir que no soy lo suficientemente bueno/a para él o ella y siempre están tratando de desgastar nuestra relación”.

“Su familia y lo que ellos opinan está por encima de la nuestra, de nuestras opiniones y decisiones, a veces toma decisiones sin consultarme haciéndole caso a lo que le dicen ellos”.

“Mi suegra no es mala persona, pero no deja de intervenir y meterse en nuestras cosas, opinando de todo sin que yo se lo pregunte”.

“Mi pareja está demasiado unida a su madre y le da espacio y voz para que opine sobre cosas que no le corresponden y eso me incomoda muchísimo. Además tenemos que estar todas las semanas obligatoriamente visitándola, teniendo que siempre cambiar los planes o adaptándolos para poder verla religiosamente”.

“A la familia de mi pareja no le gusta como vivimos, ni las decisiones que tomamos respecto a nuestra familia, siento que están juzgándonos todo el tiempo acerca de cómo educamos a nuestros hijos o cómo llevamos nuestra casa”.

“Su familia llega a casa sin avisar, no hay ningún mínimo respeto por la privacidad y la intimidad de nuestra familia. Yo soy una persona abierta y sociable pero esto excede todo limité”.

“No me gusta su familia, son muy diferentes a él y a nosotros. No me gustan como influencias para nuestros hijos, no los veo como bueno modelos de conducta, incluso cuando vienen a casa son un poco escándalos y todo el barrio se entera de que están acá”.

Este tipo de comentarios es muy común y frecuente entre las parejas que llegan a la consulta a contar que no se sienten cómodas con sus respectivas familias políticas.

Cuando estos sentimientos aparecen en uno de los integrantes de la pareja, generalmente, no son manifestados de inmediato sino que el intento inicial es de manejarlo aceptando la situación y tratando de entenderlo. Sin embargo, cuando vuelve a ocurrir otra situación inaceptable provoca una acumulación de incomodidad y tensión que termina normalmente por explotar y generar una crisis en la relación.

Por otra parte, cuando estos asuntos son planteados con calma, normalmente, el integrante de la pareja interpelado, en vez de comprender cómo se siente su pareja y tratar de encontrar una solución que a ambos les haga sentir bien, le quita importancia a estas quejas y las relativiza, ocasionado más desazón y frustración en su contraparte. En otras ocasiones, el interpelado, intenta satisfacer tanto a su compañero como a su familia, dando en realidad respuestas ambiguas que terminan por hacer sentir a mal a ambas partes.

Al ir ganando espacio e importancia estos sentimientos de desagrado e incomodad, se produce una polarización y las partes involucradas, exigen al tercero que tome una posición definida, ambas naturalmente buscan su apoyo. Esto complica más la situación, porque ante la imposibilidad de tomar partido por uno de los dos “bandos”, por suponer dicha deslealtad haga lo que haga, se produce un abandono de labores y un ignorar conscientemente estos temas esperando que se resuelvan solos o que pierdan fuerza, cosas que muy pocas veces sucede, si no, por el contrario, esta reacción no hace más que agrandar el conflicto.

En este punto, la incomodidad de la pareja es total, por una parte, tratando de no herir sensibilidades, de no comprometerse y de mantenerse al margen, y por otra, sintiéndose abandonado/a y sin el apoyo que espera de su compañero/a. En medio de este escenario lleno de presión se terminan tomando soluciones cortoplacistas y que no ayudan en nada a mejorar la relación, sino más bien lo contrario, del tipo: dejar de verse, separar las visitas, cada uno ve a su familia por separado etc. Respuestas todas, que solo provocan más desgaste y desconfianza a la pareja y en muchas ocasiones, sufrimiento para los hijos que están involuntariamente involucrados en esta disputa.

La suegra

La suegra

La figura de la suegra ocupa muchas veces un lugar importante en estas situaciones problemáticas, especialmente, cuando se trata de la madre del hombre de la pareja. El cliché de la suegra entrometida se popularizó por razones que, si bien no son siempre las mismas, ni todas ciertas, pueden tener algo de verdad.

Muchas mujeres llegan a la consulta quejándose de su suegra, de que no la soportan y de que, son muy pocas las veces que sus parejas les apoyan y se ponen de parte de ellas, en vez de estar siempre dándole la razón a sus madres. Y es que, el vínculo madre hijo, es complejo y puede ser muy susceptible de manipulaciones y artilugios que buscan recobrar el cariño “robado” por esta nueva mujer en su vida.

Hay casos en los que el hijo mantiene una relación muy cercana con su madre teniendo llamadas diarias con ella, visitas semanales (en algunos casos también diarias) y una dependencia emocional importante, frente a lo cual su pareja siente resquemores.

Ella, es hoy su compañera de vida y espera que juntos construyan una familia y una historia nueva y propia, y para esto es necesario soltar amarras y zarpar en busca de un destino que represente los intereses de los dos, sin toda la carga ni las imposiciones de la familia original. Está claro que es imposible erradicar todo vestigio de familia sanguínea, tampoco es sano, ni recomendable, pero si es necesaria una autonomía y una clara determinación para empezar un proyecto nuevo entre dos personas como pareja, donde ellos son lo que deciden el qué, el cómo, el cuándo y él con quién.

Para tener en cuenta

Todos los expertos concluyen que lo fundamental para poder empezar a solucionar los problemas que surgen entre las parejas y sus familias políticas es la comunicación y, en realidad, este es el primer paso para arreglar cualquier asunto dentro de una pareja o familia.

La comunicación es el base sobre la cual se puede empezar a construir estrategias para que cada integrante de la pareja se sienta más a gusto, libre y valorado. Para iniciar este proceso es necesario definir cuáles son los puntos que causan daño o que incomodan a los integrantes de la pareja, identificarlos claramente y situarlos dentro del espacio de la relación. Una gran cantidad de estos conflictos son reacciones a la sensación de no sentirse escuchados, valorados y/o comprendidos.

La comunicación es esencial

Decimos que la comunicación es esencial, lo decimos desde la certeza que da observar que muchos de estos problemas han sido callados y se han ido acumulando por no ser gestionados, ni comunicados con tranquilidad y naturalidad. De esta forma, estos encuentran otras vías de desahogo que no son las más saludables transformándose en irritabilidad, rabia y falta de paciencia.

Cuando estos temas logran salir a la luz y se explican verbalmente se observa que sus orígenes tienen que con ver generalmente con la ausencia de los límites que se establecen entre la familia política y el funcionamiento interno de la pareja, la falta de intimidad frente a algunos temas sensibles y la excesiva importancia que se da a la opinión de los otros por sobre los juicios y opciones de la pareja.

Para poder encontrar respuesta a estos conflictos, es necesario ubicarlos y darles el real peso que tienen, tratando de eliminar el factor rabia. Asumir las responsabilidades a conciencia, pero sin exagerar, pues hay cosas que no se pueden controlar del todo, lo que sí se puede es decidir cómo reaccionar y funcionar frente a estas cosas incontrolables.

Así, juntos y conversando, deben llegar a acuerdos sensatos donde los dos sean empáticos e intenten ponerse en el lugar del otro, de sentir lo que el otro está sintiendo, dimensionando de una forma más global y real la situación completa y todas sus aristas.

Establecer límites claros y consensuados para ambas familias política es importante y puede volverse natural. Determinar qué temas están abiertos al público y al escrutinio familiar y cuáles no, ayuda a evitar malos ratos. Nunca tendremos un control total de lo que puede pasar en una reunión, pero todo lo que nos ayude a simplificar y controlar la situación es bienvenido. Al ocuparse juntos de resolver estos asuntos, de inmediato, se empieza a superar la sensación de falta de apoyo o comprensión, pues se está trabajando como un equipo en la búsqueda de soluciones que sean válidas y sanas para ambos.

Ser asertivos es otra gran herramienta, pues nos permite expresar lo que sentimos y nuestras necesidades, respetando al mismo tiempo las sensibilidades de los demás, lo que posibilita que los demás, sepan por lo que estamos pasando y, al mismo tiempo, nos ayuda a que nos entiendan, facilitando una convivencia más constructiva y saludable.

Las fiestas familiares

Las épocas de fiestas son un espacio donde toda esta tensión puede crecer aun más, pues son momentos en los que se debe compartir con la familia política un mayor espacio de tiempo. Para muchas personas, estas reuniones familiares, son verdaderos desafíos, donde se pone a prueba la calma, la paciencia y la empatía.

Si bien es posible poder evitar un encuentro excusándose, en épocas como la navidad o las celebraciones, son tantas las reuniones familiares, que es prácticamente imposible evadirlas todas. Inevitablemente, tendremos que compartir con gente que no nos hace sentir cómodos o con la que no tenemos nada en común.

Fiestas Familiares

La familia y la vida familiar también es así y debemos entender que no queda más que aprender a convivir, manteniendo la educación y las formas.

En muchas ocasiones, los problemas parten antes de salir de casa hacia la reunión, la tensión se siente en el ambiente, el estrés que se genera en algunas familias es muy grande. La ropa o colegio de los niños, los regalos, la comida que llevamos, el nuevo trabajo, son todos elementos que, muchas veces, son tocados públicamente en estas reuniones, como si fueran temas que incumben a toda la familia y en donde todos tienen derecho a opinar y dar indicaciones de lo que se debe o no hacer, lo que va generando un desgaste que como hemos dicho, se va acumulando.

Algunos consejos

Es posible aprender y reflexionar sobre algunas ideas y estrategias que te permitirán mantenerte más tranquilo/a en situaciones de estrés familiar, ayudándote a hacer más llevaderos estos momentos, aprendiendo a darles la importancia justa que se merecen y a valorar también las cosas buenas que pueden salir de ellos.

Aquí te contamos algunas ideas que puedes reflexionar antes de asistir a una reunión familiar para estar preparado y disfrutar:

No asistas con una predisposición negativa, no es tiempo ni lugar para recriminaciones ni revanchas, sino por el contrario, son momentos de compartir y pasarlo bien en familia.

Aprender a aceptar que no todo puede ser perfecto y que no nos puede gustar todo, ni todos, como tampoco nos gusta todo de nuestra propia familia.

Disfruta del momento

Es importante tratar de disfrutar y de tomarse las incomodidades a la ligera, ríete y pásalo bien con las pequeñas cosas, si estas más preocupado de todo lo que te molesta de los demás, probablemente te pierdas de muchas cosas, historias, gestos y situaciones que si te gustarían y te harían disfrutar.

Ríete y trata de olvidarte de todos los prejuicios, seguramente ellos te los recordarán, pero tú no estás ahí para eso, sino para compartir con tu familia y pasar un buen rato.

Facilítate la situación y busca la compañía de las personas con las que te sientas más cómodo/a, y disfruta con ellos, aporta desde ti y colabora para hacer de la celebración un momento de fraternidad y encuentro.

No olvides que no eres la única persona de tu familia: puede que estén tus hijos y tu pareja, para ellos, puede ser un bonito momento también, de compartir con sus tíos y abuelos. Es momento de ser empáticos y generosos y dejar que todos puedan disfrutar de los afectos. Queda todo el resto del año para intentar solucionar asuntos pendientes.

Intenta no tocar temas que probablemente sean conflictivos y en los cuales se puedan producir fuertes diferencias de opinión y tensiones inútiles. No se trata de tener que estar de acuerdo en todo, pero ya sabes cuáles son los temas que pueden prender la chispa y generar un conflicto y es mejor dejarlos para otro momento.

Si es que igualmente se han tocado temas en los que las posiciones son muy diferentes, ser asertivo y respetuoso es esencial. La honestidad sin filtro ni empatía es dañina e innecesaria. Podemos decirnos las cosas con respeto, delicadeza y siempre escuchando lo que los otros tienen que decir, si no se transforma en una disertación y no en un diálogo.

Más allá de cualquier incomodidad y tensión, la familia política siempre estará ahí y lo mejor para ti y tu propia familia, es intentar desarrollar una relación lo más fluida y natural posible, sin forzarla ni obligarse a mantener lazos que no son reales, pero sí tratando de cuidar los vínculos, sean del tipo que sean.

Es importante recordar que los afectos involucrados son muchísimos y querer a nuestra pareja, también supone valorar y cuidar a sus seres más queridos, respetando con ello sus emociones y cuidando a nuestra familia.

Si, a pesar de estos consejos, sientes que tu capacidad para gestionar esta situación se te va de las manos, no dudes en solicitar ayuda a un profesional experto en parejas.